Sobre ese rincón blanco remite el esplendor
de un cielo hermoso azulado como un bello doliente;
la luz tropieza en los nudos del levante
y en su caída se transforma en una brisa agradable.
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Sonidos húmedos de Ángel, lechosidades
que bajan risueñas del algarin;
el solano se divide en micas que no se si son
el eco de la cueva de "Fariñas".
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En el horizonte el lomo de una ballena varada
y por el otro lado, las venas rojas sangrantes,
las inconfundibles señas de identidad de esta tierra "roja",
como braguitas esos verdes olivares y pardas encinas
y un verde pinar que tiene de gorra.
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Lo que subyace al levante, lo que late en su fondo,
la omnímoda delicadeza conque el sol le impone sus labios
interminables, y una alondra, atravesándolos,
en su ardor buscando a un perdigón...
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Ensarta su gélido ardor, como si la impulsara
un invisible resorte sin causa o una atroz tormenta;
no sabe que el pájaro que la miró:
A ella aún no sabe que soy yo, su realidad.
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Con sus alas desordena la hierba que arropa
los olivares conquistados o, los almendros en flor;
yo aquí la espero, en este paraíso llamado:
!Balcón de los pueblos blancos...!
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