Por albores de los años sesenta,
existía una milenaria encina en la orilla de una vereda;
vista desde la infancia mas tierna
por un niño de poca experiencia y escasas vivencias.
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Para mi era como la reina de la naturaleza;
firme en su pedestal, haciéndole frente
a cualquier imprevista adversidad,
vientos huracanados he intrépidas tormentas;
ante los vientos negros de la muerte
ella siempre salía ilesa...!
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Pero el tiempo con su eterno castigo
que jamás perdona.. se deshoja floreciendo;
suspiros interminables en el transcurrir de los días,
juegan un juego que jamás descansa
en el reloj de las horas sin fin.
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Ella regalaba sus sabrosos frutos
y ofrecía su fresca sombra desinteresadamente;
al viandante y a toda clase de vertebrados
cerdos, cabras, vacas y ovejas.
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Creció y vivió entre altabacas,
en unos humildes eriales,
de ahí su nombre legendario:
de encina de los "Altabacales"
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Como por desgracia se perdió
y yo para sacarle fotos era muy chico;
aquí le pongo esta foto de un enorme castaño
y debajo mi amigo Grabielito....
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