Imagen tomada de la red.
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En los años de escasez
de una casa a otra se enviaban saludos solidarios;
las bocanadas de humo azul de los hogares
y, con las filtraciones de las primeras luces
y alguna nube lenta.
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Entre una casa y otra, el silencio de este pueblo enterrado
se mandaban la solidaridad de los platos vacíos;
del pan y la sal, el aroma del tomillo y el romero,
un plato que se rompe el murmullo de las copas vacías.
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Desde hace algunos años ya, es un pueblo abandonado
es un valle con ventanas y puertas, casi todas cerradas;
ya no sale casi ni humo, uno de esos lugares
que ya no necesitan del crepúsculo.
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Los viejos muros y los tejados se han ido acostumbrando
a servir de pasto para las vacas, a los rigores
de las viejas moreras y de las parras silvestres;
en medio de la plaza, un campo de deportes
para los pocos muchachos que aún quedan.
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Las sombras de las cosas permanecen inmóviles
nos hablan desde fuera del tiempo:
ahora el cielo está quieto como un campo de futbol,
sin jugadores, sólo vacas rumiando la hierva.
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Como el que en la maleza busca aún las canciones
perdidas de los niños, alguna nube lenta para
la intimidad, para la paz, para el regreso....!
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