Mirándolo bien a los ojos la potranca,
se deja que la bese los labios y como una colegiala
le entrega enamorada su gran corazón,
se entrega a él, patas arriba en la pradera.
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Para él que es romántico
es algo que le recuerda a la mujer soñada,
junto a la ventana florida de su tierna amada,
en la calle pechosa del Balcón de los pueblos Blancos.
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A la izquierda el humo del picón se convierte
en su chiquita piconera, que rezonga,
la potranca parece ser mordida por su domador,
que se niega a entregarse totalmente.
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Brillan como dos luceros los ojos de aquella potrilla
y por los del domador se derraman estrellas,
de complicidad y satisfacción,
o tal vez unas pupilas que se escondían con cierto egoísmo.
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En esa entrega que le negaron los hombres
con el hacha terrible de la moralidad;
como el rumor de un río que atravesaron un día,
y en el horizonte hay una madre que los espera,
con una bandera en la mano que conocen muy bien:-la andaluza-.
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Cuando hayan terminado el aprendizaje
es posible que escriba un poema de amor, que lo cuente todo,
donde se culpen mutuamente de aquella decisión,
-pero el creador los perdonará-...!
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