Dan ganas de llorar cuando observas
al soldado haciendo guardia bajo el viejo olivo,
resguardado, en un parque de Ceuta,
mientras la luz tan limpia
se demora en caer sobre el olivo de bronce.
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La luz que necesita Ceuta para enseñarle
la belleza de esa ciudad, entre andaluza y musulmana..
La luz es leche en ese instante mortecino
del crepúsculo, en su insistencia por iluminar
los bellos ojos de las moras y el de las
ceutíes andaluzas.
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Sigo caminando por las estrechas y típicas
calles de Ceuta, mientras se van encendiendo
los faroles que le dan un encanto especial..
esos farolillos, mitad moros mitad cristianos.....
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Dan realidad a las frutas en los puestos callejeros,
los plátanos, kiwi, granadas, dátiles o mangos;
y los naranjos llenan de aroma de azahar
los pequeños cuchitriles, -casi todos moros-.
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Tiendecitas pequeñas donde el morito
ofrece el souvenir arabe a los turistas blancos...
Pantuflas, chilabas,y bella cristalería
de múltiples colores fantásticos.
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Los puestos callejeros de pescado,
que acaban en el restaurante de Mohame Abdulaziz
donde los comemos todos los cristianos.....!
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